jueves, 7 de marzo de 2013

Notas para acercarnos a la obra "Entre ellas, el tiempo". por: ELIANA BOJORQUE

Son las 7pm, no esperaba ver tanta gente agolpada en el patio posterior de la Facultad de Artes, espacio que poco a poco va cobrando el estatus de un vestíbulo activo de teatro-danza vivo y concurrido, no sólo por estudiantes, sino sobre todo por públicos diversos, entre familiares, amigos, profesores, estudiantes de arte y nuevos espectadores, curiosos invitados por la prensa. El motivo, la presentación estreno de la obra “Entre ellas, el tiempo” de Ernesto Ortiz, profesor investigador de la Facultad de Artes de Nuestra Universidad de Cuenca. La obra es una propuesta de Ortiz que funde en el espacio de laboratorio corporal que se ha desarrollado durante este semestre, la investigación corporal estimulada en los estudiantes de varios ciclos de la carrera de Danza-Teatro, y la investigación de otros profesores, en un trabajo conjunto que estudia referentes conceptuales y estéticos, mientras los transforma y recrea con experiencias propias y otras “vividas por los maestros y aplicadas y transferidas a otros cuerpos”, las de los alumnos, cuerpos que se resisten y en esa resistencia se crean nuevas formas y expresiones. Este trabajo de investigación formativa y colectiva se ve y se siente reflejado en la integración del grupo en escena, todos hacen su trabajo de una manera fluida y conectada. Las miradas jamás se dirigen temerosas al público, nos miran sólo cuando amerita una incriminación, interpelación o afirmación que nos introduce en el devenir de la obra. La concentración de cada uno nos conmueve, están tan vinculados a la vez consigo mismo, la obra y el público, actitud que nos lleva a sentir varias emociones a la vez. Las imágenes corporales, los ruidos, sonidos, caídas, palabras, la relación con los objetos, en particular con las paredes y pisos, vectores cartesianos de este mapa de gritos y miradas que se descubren trabajadas y estudiadas, los movimientos son seguros, sorprende además la velocidad de los mismos y la coordinación y anticipación de los cuerpos en un espacio limitado que comparten una veintena de bailarines-actores. Estos elementos denotan además la fusión de las destrezas actorales y dancísticas. Desde el punto de vista del público había total expectativa porque los cuadros no estaban limitados, al no contar con cierres predecibles, la atención y permanente esfuerzo de comprensión va y viene en un espiral de emociones, de la risa, de la ironía a la angustia y la identificación con uno o varios personajes. Los solos de los profesores fueron centrales e intensos, buscan los límites de la subjetividad en los momentos tensos de una relación afectiva que todos hemos vivido. No podríamos narrar una historia, son muchas historias individuales sobre el mismo tema: ellas y el tiempo, se suman varios elementos generados individual y colectivamente, que se sincronizan en escena pero que a la vez en movimiento diacrónico, responden a cada historicidad de los actores. Esto funciona como un dispositivo que nos lleva a cada uno a combinar las imágenes que vemos en escena con nuestras propias imágenes personales. Este me parece uno de los elementos técnicos mejor logrados. Los personajes bien logrados con sencillez pero pertinencia de vestuario, peinado y maquillaje, que embellece a los danzarines, acentúa sus miradas y gestos. El uso de los tacones, en permanente tensión con la velocidad y los movimientos abruptos y enérgicos genera admiración vértigo, me gustó mucho. La música se integra no tan perfectamente, pues aparece y desaparece sin una aparente complicidad con los momentos de la obra, tal parece que se improvisa y se antepone a los momentos, es bella y fuerte, el que sea parte de la obra en escena, convierte al músico en un actor más, ese detalle vale la pena, aunque a veces habla sola, o tal vez introduce una nueva voz ensimismada, como uno más en el escenario. Tal vez esa era la intención. La incerteza…...

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