jueves, 17 de enero de 2013

Del diario del coreógrafo (del terror del coreógrafo...)

Primer intento de poner todas las cosas juntas. Primeras ganas de salir corriendo y dejar todo detrás. Seguro estas ganas se repetirán de aquí en adelante, unas diez veces, antes del estreno. Pero algo hará que me siga quedando. Que nos quedemos... que les obligue a quedarse. Lo más interesante de todo, lo más reconfortante, es saber que el ojo externo, el gran hermano que es la voz del coreógrafo, se puede perder en este momento. Estar bailando y dirigiendo siempre es una tarea ingrata y maravillosa. Ingrata porque nunca hay certeza alguna. Maravillosa por la misma exacta razón. Sigo haciéndome preguntas y aunque tengo escrito un guión de ocho páginas, apenas tres o cuatro cosas de él sobreviven al momento vivo de componer. Me angustia el ritmo, como siempre. Pero ante eso nunca cedo, y en eso básicamente confío: en construir un ritmo que me satisfaga, que me haga sentir en medio de música culta, evolucionada, que me haga subir y bajar sobre una tabla de surf, en un mar embravecido. Hoy recordé una vez más que nada es lo que parece. Y que en el silencio y la quietud hay una belleza infinita, más grande que cualquier otra cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario